Y yo que venía tan contento...

Regresé a la ciudad hace un par de semanas, con los pies molidos y la cartera vacía, pero eso sí, con un costal de experiencias extraordinarias que venía con la emoción de compartir. Pero desde que el avión inicia el descenso en la capital de la república, uno no puede más que sentir que algo va mal en nuestro país; la desigualdad es muy evidente. Del mismo modo, es fácil darse cuenta que la planeación no es precisamente el punto fuerte de las ciudades mexicanas y la anarquía vial es la constante en muchas de ellas. Ya en tierra, específicamente en la Terminal del Norte, mientras esperaba el autobús que me traería de regreso a Aguascalientes, fui testigo de cómo un descarado malandro entró con toda el cinismo y la impunidad que los rodea, a saquear una máquina tragamonedas (de las famosas cazamuñecos) a la vista de todo el mundo, inclusive de los propios empleados de la terminal, quienes veían con total indiferencia como el sujeto de marras delinquía sin el menor recato. Todavía, unos 20 minutos despúes de que el haragán en cuestión había terminado su "trabajo", llegó otro a hacer exactamente lo mismo, este con menor suerte que el anterior, ya que cuando estaba en plena faena llegó un policía auxiliar, el cual, sin mediar palabra alguna, simplemente lo escoltó a la salida, sin detenerlo ni reconvenirlo, siquiera. Entonces, podrán imaginarse mi frustración al venir con la experiencia fresca de países avanzados, altamente educados y donde este tipo de delincuencia es muy difícil de ver. Que la haya, no lo dudo, pero personalmente no me tocó presenciar un solo hecho delictivo en ninguno de los lugares que visité. Es más... ni siquiera un auto pasándose la luz roja del semáforo.
Regreso a casa y hojeo las noticias de días anteriores... nada fuera de lo común, hasta que sucedió la deplorable muerte de otro policía, un hecho que sin duda nos recordó que la delincuencia organizada todavía gobierna en nuestra ciudad y que por más chalecos y patrullas que compren, por más armas que se adquieran, por más federales y soldados que lleguen a la ciudad, por más que el gobernador siga con su trillado discurso de la seguridad en que vivimos, sabemos que las cosas no cambiarán y que hemos perdido para siempre esa inocencia que esta ciudad tenía. Aguascalientes nunca volverá a ser la misma...
Nos toca como ciudadanos exigirle a las autoridades trabajar el doble, el triple o lo que sea necesario hasta reestablecer en la medida de lo posible esa tranquilidad con la que vivíamos. Esa seguridad tan añorada de salir a la calle sin sentir miedo, y la confianza de saber que quien transgreda a la ley, será castigado. No como ahora, que vemos con terror cómo cualquiera puede abrir fuego contra otros (peor aún, contra un policía) y nunca, pero nunca es castigado. Simple y sencillamente los famosos operativos conjuntos entre las corporaciones estatales, federales y municipales no sirven para maldita la cosa e invariablemente los asesinos se escapan, lo que me hace suponer que tienen el don de la invisibilidad, ya que resulta absurdo que varios cientos de agentes equipados con radios, vehículos y hasta con apoyo aéreo sean incapaces de ubicar un vehículo en fuga. Me parece más bien que nuestros sufridos policías están tan asustados como nosotros y que le piden a todos los cielos que el destino no los cruce en el camino de estos despiadados criminales. Sabia actitud, creo que yo haría lo mismo... el problema es que es su trabajo y alguien debe hacerlo. En fin. Esperemos no tener noticias de este tipo en mucho tiempo.

Inglaterra.

Fueron catorce días inolvidables; Londres, Barcelona y Amsterdam, las ciudades que tuve la fortuna de visitar y que ahora guardo como una experiencia fantástica. El viaje a Londres fue largo y con un pequeño contratiempo acontecido en Toronto, en el aeropuerto Pearson, donde tuve que pasar una larga aduana después de que los oficiales de Migración preguntaron por mi destino, al cual respondí "London", remitiéndome entonces a una larga fila, donde después de media hora de espera y tras responder unas cuantas preguntas y exhibirles las libras esterlinas que tenía en mi poder, llegaron a la conclusión de que yo me dirigía a London, England, no a London, Canadá... carajo, yo en la vida me hubiera imaginado que existía un Londres canadiense, pero ni modo. Superado ese malentendido, pude transbordar y llegar despues de algunas horas más a la capital británica. Cosa de los husos horarios y las distancias, pero el caso es que abordé el avión a las 10:00 am en Toronto y llegué a las 9:20 de la noche a Inglaterra...
Ya en suelo británico y tras ser recibido por mi amiga mexicana (abrazos bella!!!) que reside en aquellos lares, nos dirigimos a su domicilio y en la mañana siguiente estábamos listos para iniciar el tour.
El primer día, abordamos el autobús turístico, el cual hizo un recorrido que tocó los puntos más emblemáticos de la ciudad; la Torre de Londres, el palacio de Buckingham, el Big Ben, la catedral de St. Paul, Trafalgar Square, el London Bridge y otras tantas cosas interesantísimas.
El recorrido permite también apreciar en todo su esplendor la magia de la ciudad, el encanto de sus antiguas edificaciones y la modernidad de sus nuevas construcciones, sus calles angostas, sus elegantes taxis negros y los famosos autobuses rojos de dos niveles, sin olvidar ese verdor tan característico de sus prados. En suma, recorrer Londres es un placer que se disfruta enormemente. Definitivamente Samuel Johnson sabía lo que decía cuando afirmó que "When a man is tired of London, he is tired of life; for there is in London all that life can afford."
En Londres es sencillo encontrar un buen lugar donde beber una cerveza. Despúes de las 5 de la tarde, es fácil observar los pubs abarrotados por gente que tiene la bonita y sana costumbre de consumir alcohol con sus amigos o compañeros de trabajo al terminar su jornada (deberíamos hacer esto más seguido en México, ¡el ambiente laboral mejoraría muchísimo!) . Uno de los pubs que visitamos fue el Waxy O'Connor's, un lugar estupendo cuya característica principal es contar con un árbol en su interior, que le brinda un entorno muy cálido y acogedor, ¡uno de verdad se siente una especie de gnomo irlandés!; el servicio es bueno y los precios no son tan descabellados. Bueno, en realidad todos los precios en Londres son exorbitantes, pero para los parámetros de la ciudad los precios del Waxy no son tan elevados, creo.
Tuvimos también la oportunidad de visitar el poblado de Windsor, colindante con Eton, famosa por albergar al colegio del mismo nombre. Windsor es un lugar encantador, sumamente bonito, impecablemente limpio y con un paisaje de ensueño: un castillo (sede de la familia real), el río Támesis, patos, cisnes, tiendas exclusivas, restaurantes, calles empedradas, etc. Un sitio sencillamente espectacular.
En otro post les comentaré algunas cosillas que vivimos en Amsterdam y en Barcelona.