Telecable, ¡NO!

Cuando escucho la frase "Telecable, antes era bueno. Ahora, es mejor" me dan ganas de patear la televisión. De verdad que el servicio en estas últimas dos semanas ha sido malísimo, y medio Aguascalientes se ha visto afectado de una manera u otra por las deficiencias técnicas y humanas de la empresa.
En lo personal, me dejaron dos semanas sin servicio de internet, mismo que necesito para trabajar, lo que me trajo una gran cantidad de retrasos con mis clientes, con lo que tanto mis ingresos, como mis tiempos y hasta mi reputación se vieron afectadas. Y es que uno no se la puede pasar explicándole a la gente que tal o cual proyecto no se ha podido terminar porque Telecable anda haciendo experimentos en mi zona. Tampoco puedo estar desarrollando desde un parque público o en un cibercafé, pero francamente, a Telecable le importan un pepino las necesidades de sus clientes y ni siquiera fuimos merecedores de una carta de notificación, al menos para prevenirnos.
La respuesta, en el raro caso de poder comunicarse con un asesor telefónico (al parecer desconectaban sus teléfonos porque llegué a esperar en línea más de 15 minutos), era que "se encontraban realizando la instalación de nuevo cableado" y que "mañana quedaría reestablecido el servicio". Ajá. Y al día siguiente, la respuesta era idéntica. Y así pasaron dos semanas.
No dudo que con la instalación de nueva infraestructura el servicio pueda ser mejor. Pero lo que irrita, es que:
1, la empresa no se tome la molestia de avisar con tiempo de sus operaciones cuando estas afecten el servicio.
2, la atención telefónica sea tan deficiente. No hay nada tan desagradable como tratar de obtener una explicación y que nadie atienda a la llamada.
3, que dejen a la deriva a sus clientes. Carajo, entiendo una falla de un día, dos... pero ¿14 días sin servicio?
Finalmente, tuve que contratar otro proveedor, Infinitum, que si bien no tiene conexiones domésticas tan veloces, es bastante estable y la atención es buena. Contraté la línea un miércoles, el jueves instalaron y el viernes ya tenía activado el internet.
Ahora sí, Telecable, ¡adiós! Ojalá algún día aprendan a tratar a la gente.

¡Hey, Sr. Carstens!

En verdad que es usted una persona que detesto, señor Carstens. Tiene una extraña capacidad de ponerme de malas en cuanto lo veo en televisón o lo escucho por la radio. Lo he seguido con especial atención desde el momento en que la crisis económica comenzaba a vislumbrarse y ante la cual usted, con toda la desfachatez del mundo, aseguró que nuestro país estaba preparado y que si acaso, no sería más que un catarrito para nuestra economía.
¿Catarrito?
Grandísimo cabrón, asómese a la calle para que mida su famoso "catarrito". Pregúntele a cualquier ama de casa cuánto han subido las cosas en unas cuantas semanas, a los empresarios consúltelos sobre el impacto en el alza sistemática de las gasolinas, en insumos, en impuestos... claro, es fácil perder la conexión con la realidad cuando se tiene el sueldo de un secretario de estado. Señor, no todos cobramos $116,000 quincenales. Hay casi 20 millones de mexicanos en pobreza extrema, que con dificultades pueden alimentarse y cuyos ingresos son insuficientes incluso para adquirir alimentos básicos. Explíqueles a ellos que la macroeconomía no se verá afectada, que los 80,000 millones de dólares de las reservas internacionales de México están seguros, platíqueles algo usando esos bonitos términos que ustedes los economistas utilizan para hacernos entender el porqué nuestros ingresos no suben y porqué cada vez compramos menos por más dinero.
Señor Carstens, insisto. Bájese un momento de su nube. El poder adquisitivo está hecho polvo, y la crisis económica se suma a la crisis de seguridad que prevalece en el país. Pero bueno, según usted la crisis en los Estados Unidos no impactaría la economía nacional; luego dijo que siempre sí nos pegaría, pero poquito. Ahora, acaba de reconocer que "estamos frente a una crisis de mucho mayor magnitud de lo esperado". ¡Bravo! por fin se dio cuenta, reverendo infeliz! Al parecer, en su colección de maestrías, doctorados y diplomados le falta lo que a todos los políticos, un poquito de sentido común.

Democracia gringa