Los urbanos o cómo practicar un deporte extremo por 5 pesos
11:25 p.m. |
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Foto 1: Luis Pizaña/IMAGEN
Foto 2: Blog
Texto: Yo (y mi subconsciente todavía encabronado)
Pues bien, después de unos 30 minutos y algunos cuantos cuasi-percances, llegué en una pieza a mi trabajo, y a pesar de todo, contento de haber dejado el coche en casa. No me tuve que preocupar por buscar estacionamiento, ni por cruzar la ciudad manejando en medio del tráfico pesado del mediodia. Nada de parar en la gasolinería, tan solo hace falta armarse de paciencia para esperar la llegada del camión y guardar un poco de ella para soportar los olores, la 'música' y el zangoloteo propio de la vejez del vehículo y el estado de las calles. ¡Pero vamos! Debemos de sentirnos afortunados. Este folclore solo lo podemos ver en México... bueno, quizá en la India.
Dejando de cosas, creo que si el servicio fuera más eficiente, esto es, con rutas bien trazadas, debidamente cronometradas, no existiera sobrecupo (he llegado a ver gente con el cuerpo fuera del camión!!) y los concesionarios pusieran de su parte y ofrecieran unidades en buen estado, limpias y seguras, y no solo quisieran ganar, ganar y ganar sin invertir, podríamos tener en el transporte público una excelente alternativa para usar menos el automóvil.
Lástima que como siempre, no pasa de ser un sueño lejano y desgraciadamente todo lo que suene a mejoras suena a utopía en México. Ni hablar...
Foto 2: Blog
Texto: Yo (y mi subconsciente todavía encabronado)
Esta mañana se me ocurrió dejar el coche en casa y tomar el camión para irme a trabajar. Ya lo había pensado en alguna ocasión, cansado de manejar en el tráfico, de buscar estacionamiento, incluso hasta por economía personal y ¿porqué no? hasta por el planeta (un auto menos ya es algo).
Y salí, a caminar unas cuadras para llegar a la parada. Espero... y espero... y espero... 10 minutos... 15 minutos... por fin, a los 20 minutos, aparece el que me llevará al trabajo. Hago la parada... y el chofer, a pesar de verme, ni se inmutó. No se detuvo, porque iba muy entretenido jugando carreritas con otro camión de la misma ruta, pa' acabarla de fregar. Obviamente, el otro autobús tampoco se detuvo, la parada en pits era mucho más adelante y podían perder segundos valiosísimos en su emocionante carrera. En ese momento, hice un rápido recorrido por mi mente, encontrando toda clase de insultos, calificativos y conjugaciones que ni recordaba que existían. La mamá de ambos choferes permaneció en mi mente por los siguientes 10 minutos, lapso que transcurrió hasta que llegó el siguiente camión.
Otro punto que convierte el traslado en camión en un deporte extremo es la pericia de los choferes, que conducen sus cacharros como quien manejara una Caribe, con la pequeña salvedad de que el camión mide unos 10 metros y pesa algunas toneladas más que el compacto, lo que da como resultado que los pasajeros experimenten un vértigo parecido al de un paseo en montaña rusa, ¡pero lo mejor! que este dura varios kilómetros y todo viene incluido por el mismo precio.Enseguida recordé uno de los motivos principales por los que viajar en un urbano es toda una experiencia (terrible, la mayoría de las veces); no, no me refiero a los olores propios del amontonamiento de gente en un espacio reducido, ni al deplorable estado de las unidades, con asientos rotos, ventanas estrelladas y chicles en el piso, no. La música. Cualquier usuario lo sabe, y lo recordé enseguida: la peor música que se puede escuchar en un espacio público, tiene lugar en un camión urbano. Cumbias espantosas (el link es un ejemplo perfecto de la naquez extrema que menciono), letras infames, voces afeminadas pretendidamente romanticonas (el mismo link es ideal también para este caso)... un asco. Si, ya sé que parezco un amarguetas con tanta queja, ¡pero por Dios! entre el canal de las estrellas y la música de los camiones, se fomenta sin piedad la idiotización de las personas. Y conste que no pido que sintonicen Estereo Mendel o Radio Universidad con jazzecito o las sonatas de Händel, pero sinceramente creo que hasta el silencio sería mejor que escuchar los berridos de los cumbiancheros y reggaetoneros.
Pues bien, después de unos 30 minutos y algunos cuantos cuasi-percances, llegué en una pieza a mi trabajo, y a pesar de todo, contento de haber dejado el coche en casa. No me tuve que preocupar por buscar estacionamiento, ni por cruzar la ciudad manejando en medio del tráfico pesado del mediodia. Nada de parar en la gasolinería, tan solo hace falta armarse de paciencia para esperar la llegada del camión y guardar un poco de ella para soportar los olores, la 'música' y el zangoloteo propio de la vejez del vehículo y el estado de las calles. ¡Pero vamos! Debemos de sentirnos afortunados. Este folclore solo lo podemos ver en México... bueno, quizá en la India.
Dejando de cosas, creo que si el servicio fuera más eficiente, esto es, con rutas bien trazadas, debidamente cronometradas, no existiera sobrecupo (he llegado a ver gente con el cuerpo fuera del camión!!) y los concesionarios pusieran de su parte y ofrecieran unidades en buen estado, limpias y seguras, y no solo quisieran ganar, ganar y ganar sin invertir, podríamos tener en el transporte público una excelente alternativa para usar menos el automóvil.
Lástima que como siempre, no pasa de ser un sueño lejano y desgraciadamente todo lo que suene a mejoras suena a utopía en México. Ni hablar...
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- Luchador enmascarado y vendedor de pitayas. Aficionado al cine, a la música y a las cochinaditas tecnológicas.
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