¡Hey, Sr. Carstens!

En verdad que es usted una persona que detesto, señor Carstens. Tiene una extraña capacidad de ponerme de malas en cuanto lo veo en televisón o lo escucho por la radio. Lo he seguido con especial atención desde el momento en que la crisis económica comenzaba a vislumbrarse y ante la cual usted, con toda la desfachatez del mundo, aseguró que nuestro país estaba preparado y que si acaso, no sería más que un catarrito para nuestra economía.
¿Catarrito?
Grandísimo cabrón, asómese a la calle para que mida su famoso "catarrito". Pregúntele a cualquier ama de casa cuánto han subido las cosas en unas cuantas semanas, a los empresarios consúltelos sobre el impacto en el alza sistemática de las gasolinas, en insumos, en impuestos... claro, es fácil perder la conexión con la realidad cuando se tiene el sueldo de un secretario de estado. Señor, no todos cobramos $116,000 quincenales. Hay casi 20 millones de mexicanos en pobreza extrema, que con dificultades pueden alimentarse y cuyos ingresos son insuficientes incluso para adquirir alimentos básicos. Explíqueles a ellos que la macroeconomía no se verá afectada, que los 80,000 millones de dólares de las reservas internacionales de México están seguros, platíqueles algo usando esos bonitos términos que ustedes los economistas utilizan para hacernos entender el porqué nuestros ingresos no suben y porqué cada vez compramos menos por más dinero.
Señor Carstens, insisto. Bájese un momento de su nube. El poder adquisitivo está hecho polvo, y la crisis económica se suma a la crisis de seguridad que prevalece en el país. Pero bueno, según usted la crisis en los Estados Unidos no impactaría la economía nacional; luego dijo que siempre sí nos pegaría, pero poquito. Ahora, acaba de reconocer que "estamos frente a una crisis de mucho mayor magnitud de lo esperado". ¡Bravo! por fin se dio cuenta, reverendo infeliz! Al parecer, en su colección de maestrías, doctorados y diplomados le falta lo que a todos los políticos, un poquito de sentido común.

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