La viva imagen de la decadencia
12:17 a.m. |
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Vicente Fox Quesada... por mucho, uno de los ex-presidentes mexicanos más controvertidos de la historia reciente de nuestro país. De pocos alcances intelectuales, una lengua desconectada del cerebro y una cónyuge manipuladora y ambiciosa, está atravesando ahora por una dramática crisis que pone en duda la procedencia de su ostentoso estilo de vida, amén de las fortunas amasadas por los hijos de su esposa bajo la generosa sombra del poder presidencial.
Pero hoy ese poder ya no lo tiene. La señora Martha, tan malacostumbrada al ejercicio caprichoso del presupuesto gubernamental, a la suntuosidad, al derroche del erario, ahora contempla aterrada como su realidad va cambiando, y aquella cima a la que subió trepando, se desmorona vertiginosamente, mientras las acusaciones de irregularidades de todo tipo contra la administración de Fox suben de tono y éste pierde los estribos cada vez con mayor facilidad, al sentirse atacado.
Sin embargo, el expresidente debería de ser consciente de que en la política las lealtades no existen, sino que son un simple estado temporal; el revanchismo, el canibalismo político es, ese sí, una práctica habitual, y él debería sentirse bastante preocupado ya que en su afán de defender a toda costa a su problemática consorte y a sus inquietos y hábiles hijos (de ella), puede terminar perdiéndolo todo. Si me apuran un poco, quizá hasta la libertad, cosa que dudo mucho que suceda, ya que en este país la justicia a ese nivel no aplica, pero es evidente que existen demasiadas cosas turbias alrededor de Fox y Sahagún que bien valdrían una investigación a fondo. Estamos pues contemplando el desplome de una figura que ni siquiera cuando ejerció el cargo supo hacer respetar la investidura y con ella la institución y a la nación misma que representó, y por lo tanto no se puede esperar ahora que se comporte de una manera digna. No lo pudo hacer antes y obviamente no lo va a hacer ahora.
¿Qué sigue ahora para Fox y familia? Nadie lo sabe, pero entre su estatua derribada, sus finanzas examinadas con lupa y una compleja red de favores políticos y empresariales bajo análisis, su futuro se vislumbra muy nublado.
Ojalá estas escenas sirvan como espejo para que todos aquellos gobernantes (sí, incluyendo gobernadores corruptos, de los cuales conocemos perfectamente a algunos) se vean reflejados y recuerden que el poder en algún momento se termina, y la sociedad reclama poco a poco una mayor transparencia en todos los actos que se tejen al amparo del mal llamado "servicio público".
La corrupción difícilmente se acabará en México. Pero tenemos como ciudadanos ciertas herramientas, aún débiles pero herramientas al fin, para conocer un poco más sobre el ejercicio del gobierno. Las legislación en materia de transparencia, tanto federal como local, sumada a una ciudadanía más activa e inquisitiva y una prensa más trabajadora y ajena a las esferas del poder, nos daría como resultado un ejercicio más sano de la administración pública. Lástima que estamos todavía tan lejos de ello...
Sin embargo, el expresidente debería de ser consciente de que en la política las lealtades no existen, sino que son un simple estado temporal; el revanchismo, el canibalismo político es, ese sí, una práctica habitual, y él debería sentirse bastante preocupado ya que en su afán de defender a toda costa a su problemática consorte y a sus inquietos y hábiles hijos (de ella), puede terminar perdiéndolo todo. Si me apuran un poco, quizá hasta la libertad, cosa que dudo mucho que suceda, ya que en este país la justicia a ese nivel no aplica, pero es evidente que existen demasiadas cosas turbias alrededor de Fox y Sahagún que bien valdrían una investigación a fondo. Estamos pues contemplando el desplome de una figura que ni siquiera cuando ejerció el cargo supo hacer respetar la investidura y con ella la institución y a la nación misma que representó, y por lo tanto no se puede esperar ahora que se comporte de una manera digna. No lo pudo hacer antes y obviamente no lo va a hacer ahora.
¿Qué sigue ahora para Fox y familia? Nadie lo sabe, pero entre su estatua derribada, sus finanzas examinadas con lupa y una compleja red de favores políticos y empresariales bajo análisis, su futuro se vislumbra muy nublado.
Ojalá estas escenas sirvan como espejo para que todos aquellos gobernantes (sí, incluyendo gobernadores corruptos, de los cuales conocemos perfectamente a algunos) se vean reflejados y recuerden que el poder en algún momento se termina, y la sociedad reclama poco a poco una mayor transparencia en todos los actos que se tejen al amparo del mal llamado "servicio público".
La corrupción difícilmente se acabará en México. Pero tenemos como ciudadanos ciertas herramientas, aún débiles pero herramientas al fin, para conocer un poco más sobre el ejercicio del gobierno. Las legislación en materia de transparencia, tanto federal como local, sumada a una ciudadanía más activa e inquisitiva y una prensa más trabajadora y ajena a las esferas del poder, nos daría como resultado un ejercicio más sano de la administración pública. Lástima que estamos todavía tan lejos de ello...
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- RDE
- Luchador enmascarado y vendedor de pitayas. Aficionado al cine, a la música y a las cochinaditas tecnológicas.
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