Our own Border Patrol
12:46 p.m. |
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Este fin de semana leí en la revista Día Siete un reportaje muy interesante sobre el trato que se les da en territorio mexicano a los viajeros centroamericanos en su camino a USA; un tema sobre el cual tenía intenciones de postear algo por aquí desde hace bastante tiempo, y que por alguna u otra razón no había sido posible.
Podemos resumir este asunto como un tremendo ejemplo de la hipocresía de las autoridades mexicanas, que por un lado exigen trato digno hacia los indocumentados nacionales que cruzan el Río Bravo y por el otro permiten toda clase de vejaciones hacia las personas que atraviesan la frontera sur, los cuales tienen que sortear toda clase de abusos en su largo camino, desde oficiales de migración, policías estatales, municipales, federales, militares, pandilleros, asaltantes y polleros que explotan a los viajeros a sabiendas de que estos suelen portar dinero para costear el cruce.
Es gravísimo que ni el gobierno ni la sociedad tomen medidas reales para enfrentar este problema, lo cual sin embargo no es sorprendente; por un lado, sabemos que las autoridades están profundamente contaminadas por la corrupción a todos sus niveles, y el asunto de la migración ilegal es un jugoso negocio para muchos; en cuanto a la sociedad mexicana... uhmm, bien, pues sabemos también que no se caracteriza por ser precisamente organizada, ni informada, ni muy participativa. A nuestra sociedad sólo la despiertan las catástrofes naturales, que son situaciones donde se ha palpado una admirable solidaridad, pero fuera de ello, difícilmente se perciben esfuerzos colectivos por alcanzar algún objetivo. Por ello, es prácticamente imposible pensar en gente pugnando por el respeto de los derechos de otros. Al menos en nuestro país, no sucederá.
Por ello, son destacables los esfuerzos realizados por diversos centros de apoyo a los migrantes, quizá de los poquísimos refugios donde dichas personas tienen algún respaldo en territorio mexicano. Nuestro país es muy grande, el viaje es muy largo y los acechadores demasiados.
Es un asunto complejo, pero necesitamos una legislación migratoria que sancione severamente a todos aquellos que abusan de los viajeros en tránsito, y sobretodo, que asegure un trato digno hacia aquellos migrantes que son detenidos; que se les deje de tratar como delincuentes (con frecuencia se realizan aparatosos operativos para detener a grupos de indocumentados, donde relucen armas largas, perros y una movilización policiaca digna de un enfrentamiento con narcotraficantes).
En síntesis: Si pretendemos que las autoridades estadounidenses dejen de tratar como piezas de caza a los mexicanos que intentan cruzar la frontera norte, que respeten sus derechos humanos, que cesen la persecución contra los trabajadores indocumentados que según nosotros, solo van a trabajar y producir a los Estados Unidos... si queremos eso, ¿porqué no comenzamos aquí mismo? En todo caso, estaríamos mucho peor nosotros en México, ya que los centroamericanos ni siquiera vienen a quedarse a nuestro país. Basta ya de doble moral. Basta de exigir y no dar. Vamos siendo parejos de una vez por todas...
Podemos resumir este asunto como un tremendo ejemplo de la hipocresía de las autoridades mexicanas, que por un lado exigen trato digno hacia los indocumentados nacionales que cruzan el Río Bravo y por el otro permiten toda clase de vejaciones hacia las personas que atraviesan la frontera sur, los cuales tienen que sortear toda clase de abusos en su largo camino, desde oficiales de migración, policías estatales, municipales, federales, militares, pandilleros, asaltantes y polleros que explotan a los viajeros a sabiendas de que estos suelen portar dinero para costear el cruce.
Es gravísimo que ni el gobierno ni la sociedad tomen medidas reales para enfrentar este problema, lo cual sin embargo no es sorprendente; por un lado, sabemos que las autoridades están profundamente contaminadas por la corrupción a todos sus niveles, y el asunto de la migración ilegal es un jugoso negocio para muchos; en cuanto a la sociedad mexicana... uhmm, bien, pues sabemos también que no se caracteriza por ser precisamente organizada, ni informada, ni muy participativa. A nuestra sociedad sólo la despiertan las catástrofes naturales, que son situaciones donde se ha palpado una admirable solidaridad, pero fuera de ello, difícilmente se perciben esfuerzos colectivos por alcanzar algún objetivo. Por ello, es prácticamente imposible pensar en gente pugnando por el respeto de los derechos de otros. Al menos en nuestro país, no sucederá.
Por ello, son destacables los esfuerzos realizados por diversos centros de apoyo a los migrantes, quizá de los poquísimos refugios donde dichas personas tienen algún respaldo en territorio mexicano. Nuestro país es muy grande, el viaje es muy largo y los acechadores demasiados.
Es un asunto complejo, pero necesitamos una legislación migratoria que sancione severamente a todos aquellos que abusan de los viajeros en tránsito, y sobretodo, que asegure un trato digno hacia aquellos migrantes que son detenidos; que se les deje de tratar como delincuentes (con frecuencia se realizan aparatosos operativos para detener a grupos de indocumentados, donde relucen armas largas, perros y una movilización policiaca digna de un enfrentamiento con narcotraficantes).
En síntesis: Si pretendemos que las autoridades estadounidenses dejen de tratar como piezas de caza a los mexicanos que intentan cruzar la frontera norte, que respeten sus derechos humanos, que cesen la persecución contra los trabajadores indocumentados que según nosotros, solo van a trabajar y producir a los Estados Unidos... si queremos eso, ¿porqué no comenzamos aquí mismo? En todo caso, estaríamos mucho peor nosotros en México, ya que los centroamericanos ni siquiera vienen a quedarse a nuestro país. Basta ya de doble moral. Basta de exigir y no dar. Vamos siendo parejos de una vez por todas...
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- Luchador enmascarado y vendedor de pitayas. Aficionado al cine, a la música y a las cochinaditas tecnológicas.
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