¿Fumas? que padre. Yo no.

Sin duda, uno de los temas que más han provocado controversia entre la opinión pública mexicana es el relacionado con las disposiciones legales que prohíben fumar en diversos lugares.
Vemos en televisión a los fervientes fumadores defendiendo su libertad para hacerlo y escuchamos voces que aplauden el que por fin exista una protección para los que no tenemos dicha costumbre.
Opiniones vienen y van, y es recurrente la queja de los fumadores, que se dicen perseguidos y tratados como delincuentes. No pueden fumar en los centros laborales, ni en escuelas, bibliotecas, oficinas públicas, restaurantes, bares, discotecas... en concreto, parece que solo les queda la opción de seguir con su pequeño gusto en casa o en los lugares expresamente creados para tal fin, lo cual me parece, sencillamente, fabuloso.
No se hagan bolas señores. Nosotros, no fumadores, no tenemos ninguna necesidad de respirar sus humos. Si a ustedes les encanta, ¡que bueno! A mí no. Tampoco es agradable salir una noche a una disco y terminar con la camisa apestando a tabaco (cualquiera de nosotros lo ha vivido, la ropa despúes de una noche de antro queda con un horrible y característico olor a humo). Es en serio y en buena onda, no tenemos ninguna necesidad de cargar con efectos colaterales de vicios ajenos. Por eso, las medidas de protección a los no fumadores me parecen atinadísimas, aunque a más de uno les duela, y mucho, pero recuerden que su derecho a fumar termina donde comienza el nuestro a no respirar lo que se meten a las narices.
Y me suenan de pronto los argumentos de mucha gente, amigos incluso, que se dicen víctimas de una persecución, al borde de tratarlos como delincuentes, por el solo hecho de ser fumadores, o aquellos que dicen que las emisiones de los automóviles nos hacen más daño que el tabaco. Claro, pero no tengo el escape de un auto en mi mesa del restaurante o en la barra del bar. Y funcione o no, al menos se tratan de controlar las emisiones vehiculares por medio de afinaciones y verificaciones. También está claro que otros vicios menos atacados provocan posiblemente más muertes que el mismo tabaco, por ejemplo, cada fin de semana se registran accidentes provocados por conductores en estado de ebriedad, contra los cuales no observamos el endurecimiento de leyes que traten de inhibir la conducción de vehículos en dicho estado, o bien, hacer corresponsables a los establecimientos que primero te permiten alcoholizarte y después te entregan las llaves del coche sin ningún escrúpulo. Pero bueno, ese es un asunto que se debe manejar aparte, y no usarlo como argumento para exigir tolerancia para seguir funcionando como chimeneas ambulantes.
Para terminar la idea: En serio que no estoy en contra de la gente que fuma, creo que es su derecho y cada quien sabrá si lo hace o no. Tampoco dudo que sea delicioso como dicen o que sea la compañía perfecta para una cerveza o una taza de café. Pero aquí estamos hablando del más elemental respeto, es simple... tú fumas, pero yo no. Y no tienes porqué hacerme parte de tu vicio.

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