Gobierno inepto y rebasado

Hace 553 días, podíamos salir a la calle sin miedo. Presumíamos a nuestros amigos fuereños que se podía dormir con la ventana abierta en casa y nada pasaría. Que caminábamos por las calles a altas horas de la noche sin temor de ser asaltados. Que en nuestro tranquilo pueblo no pasaba nada, y cuando pasaba algo, sin duda era culpa de los chilangos. En nuestro estado sólo se hablaba de crecimiento, seguridad y de que éramos un modelo nacional en muchos aspectos. Hoy, el gobierno sigue usando la misma tónica, el mismo discurso, pero a estas alturas nadie lo cree.
Hace 553 días, exactamente el 13 de diciembre de 2006, Aguascalientes se estrenó en el panorama nacional delictivo con el violento asesinato del comandante Martín González Delgado, un hecho que marcó el inicio de una serie de acontecimientos terribles con los que ningún hidrocálido estaba familiarizado. A partir de ese crimen, sucedieron otros igualmente atroces, llegando a contabilizarse hasta cuatro agentes muertos en un solo día, una cifra que probablemente ni Bagdad posee.
Ahora, en el caso más reciente (17 de junio de 2008), ejecutan con lujo de saña al subcomandante de Tránsito Javier Padilla Olmos, quien tuvo la desgracia de interceptar a un convoy de sicarios, los cuales tuvieron la osadía de perseguir a la patrulla (los patos tirándole a las escopetas!) y justo frente a la Delegación Jesús Terán, acribillarlo con armas de grueso calibre e incluso granadas.
Este es el segundo oficial asesinado en la presente administración municipal, de más de una decena que se registran en apenas un año y medio, tan solo en el municipio de Aguascalientes, sin olvidar que también en Pabellón de Arteaga y Rincón de Romos se han registrado bajas policiales. Javier Padilla es la víctima más reciente, y los aguascalentenses (tristemente) ya conocemos de memoria el script que usarán en próximas horas las autoridades: Que el apoyo a la viuda, las becas para los hijos, el entierro con honores (en un Panteón Jardines Eternos cada vez más poblado por policías caídos) y el viejo, caduco, trilladísimo cuento de Luis Armando Reynoso, que seguirá pregonando que la delincuencia no vencerá al gobierno y que se redoblarán los esfuerzos para brindar seguridad a la ciudadanía... sí, exactamente el mismo guión de cada lamentable suceso de este tipo. El flamante Secretario de Seguridad, Herberto Ortega, tan sagaz como siempre, afirmando que todo está bajo control (de los narcos, supongo). Gabriel Arellano tratando de articular respuestas coherentes (que cada vez le cuesta más trabajo) y presentando algún otro brillante plan sacado de la mente maestra de Raúl Grajeda, verdadero Secretario de... perdón, asesor de la Secretaría de Seguridad Pública y que al igual que la mentada certificación de CALEA, será de inmensa utilidad. Si no, véase la seguridad que prevalece en Chihuahua, donde ya cuentan con el famoso papelito y es hoy por hoy la entidad más violenta del país.

¿Qué sigue? ¿a qué nos atenemos como ciudadanos? ¿podemos sentirnos seguros con una policía que ha sido ampliamente rebasada por la delincuencia? ¿sentirnos bien gobernados, cuando las cabezas de las corporaciones hacen gala de ineficacia cada que se les requiere? ¿salir con confianza a las calles, sabiendo que en ellas puede transitar con total impunidad un convoy de maleantes sin que ninguna autoridad se atreva a someterlos? ¿creer en la capacidad de la policía, a la que invariablemente se le escapan por el mismo camino, siempre?

Sin duda, lo primero que salta a la vista es la terrible falta de coordinación de los cuerpos policiacos, y como suele suceder, los únicos en responder son precisamente los menos preparados para el combate al crimen organizado, de modo que es cada vez más común contabilizar casos de policías municipales arteramente masacrados por sicarios que los superan fácilmente en armamento y entrenamiento. Por el contrario, a los agentes mejor entrenados, los más capacitados, como por ejemplo los policías federales, solo son vistos cuando las refriegas terminaron o simplemente los vemos pasearse en actitud de perdonavidas por López Mateos. ¡Carajo! y los municipales haciendo las tareas que competen a los federales, incluso aportando los muertos en esta guerra que no tiene fin.
Lo siento, verdaderamente detesto abordar estos asuntos, pero esto es lo que se vive cotidianamente en Aguascalientes desde hace 553 días. Y es horrible tocar estos problemas cada vez con mayor frecuencia, pero así avanza la descomposición de nuestro estado, que desde aquel 13 de diciembre perdió para siempre su aire inocente.

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