El Vigésimo Cuarto

Escuchaba en un programa radiofónico llamado Infolínea, una crítica que le hacían a los candidatos Gabriel Arellano y Catalina Azcona (PRI y PVEM respectivamente), sobre los actos de proselitismo realizados en pleno funeral del segundo policía asesinado en Los Sauces. El conductor mencionaba que entre los policías y en general entre los asistentes había molestia debido a la presencia de los candidatos, Gabriel Arellano mediante su famoso avioncito ultraligero que sobrevoló el panteón durante el sepelio y Catalina Azcona que se hizo presente personalmente e incluso hizo guardia al féretro.
Ante las críticas, Arellano se deslindó y responsabilizó al piloto del aparato, señalando incluso que le rescindirán el contrato; Azcona, por su parte, aseguró que su presencia fue en calidad de ciudadana e incluso instó al resto de los candidatos a "ser congruentes entre el decir y el hacer".
Mmmm... en el caso del priísta, probablemente tenga razón y él no hubiera ordenado al piloto hacer su campaña aérea en un acto tan serio. Hubiera sido de muy mal gusto. En el caso de Azcona, sí me parece totalmente fuera de lugar, tanto su presencia como su argumento. Simple y llanamente, fue un acto de vulgar oportunismo. Es obvio que pretendió aprovechar los reflectores, la entrevista, la foto, la declaración al respecto.
En estos casos, lo preferible es mantenerse al margen, y sí, manifestar su repudio al crimen, su apoyo a las familias, o prometer que si fueran los elegidos eso nunca pasaría, pero el acudir para aprovechar el marco del acto y sacar partido de ello, es detestable.
Azcona se limitó a decir, con su característica muletilla de "estoy cierta que...", que hizo lo correcto, que los demás candidatos debieron haber asistido, que candidatos y funcionarios le hicieron el feo al sepelio porque era un subcomandante (eso dijo ella, aunque era un suboficial), en fin... sinceramente no me imagino el sepelio convertido en un circo de candidatos, políticos y cámaras, compitiendo con el fallecido por atraer la atención.
Qué falta de tacto y del más elemental sentido común.